top of page

El pasado 16 de abril el Ministerio de Educación Nacional expidió el Decreto 1290, por el cual reglamentó la evaluación del aprendizaje y promoción de los estudiantes de los niveles de educación básica y media. Veamos brevemente cómo surgió dicha norma.

En el 2008 desde el MEN con el propósito de identificar los aspectos más controvertidos y significativos detectados y sentidos por la comunidad educativa en relación con este tema, se diseñaron tres estrategias de participación: Talleres regionales de discusión, donde participaron cerca de 7.600 personas (padres de familia, estudiantes y maestros); Movilización a través del Plan Decenal, donde la ciudadanía participó mediante la consulta en línea, las mesas de trabajo y los foros virtuales recibiéndose cerca de 14 mil propuestas desde los 32 departamentos del país; y 78 Foros Regionales, coordinados a través de diferentes secretarías de educación. Fruto de esta labor, en enero del presente año se colgó en la página del Ministerio de Educación Nacional el proyecto borrador del decreto que regiría la evaluación escolar en Colombia para que se le hicieran las sugerencias o comentarios respectivos. Finalmente, el mismo ministerio expide la norma para ser aplicado en los centros educativos de básica y media en el país. Personalmente me sorprendieron los cambios entre el uno y el otro, las modificaciones sustanciales presentadas, pero bueno, será tema para tratar en otro momento.

Ahora bien, frente al Dec. 1290, son múltiples las inquietudes, análisis, recomendaciones, aportes y expectativas que surgen. La presente, quiere ser un material de insumo para la discusión institucional frente a la fresca normatividad partiendo del objetivo de lograr que la educación que se brinde en él propenda por la calidad y esté en función de los aprendizajes de las niñas y niños de Teruel.

Inicialmente, considerar que el interés es promover una discusión informada frente a la evaluación de los aprendizajes de los educandos; concienzuda y críticamente hemos abordado la postura del gobierno, de la Federación Colombiana de Educadores (FECODE) y de otros estudiosos de la materia, contarles que también la asesoría por lo menos telefónica del Dr. JULIO BÁEZ FONSECA - Ex Supervisor del Ministerio de Educación Nacional y Capacitador de Directivos y docentes a nivel nacional a quien desde este espacio agradezco su valioso aporte; todo ello con el sano interés de construir a partir de nuestra realidad una propuesta que satisfaga las exigencias y expectativas nacientes. Una vez planteada la propuesta, invito a mis compañeros docentes y a la comunidad educativa en general, a participar en un constructivo debate caracterizado en primer lugar por el examen de ideas y confrontación solidaria de las propuestas; en segundo lugar, considerar que no importa la aparición de antagonismos siempre que sean superables y, finalmente, asumir que el debate debe estar ausente de dogmatismos en donde todos debemos estar dispuestos a flexibilizar nuestras posiciones con la claridad que alrededor de los intereses de cada actor, se deben buscar los intereses del colectivo institucional.

Algunos pueden considerar que el Decreto 1290 es “muy contrario a lo que exigía la comunidad educativa, no aporta a los cambios que la educación colombiana necesita, sino por el contrario, profundiza la política educativa, de corte neoliberal, plasmada por el gobierno”[1]; más aún, resulta peor que el 0230 de 2002 o que es un producto unilateral que de manera cínica, arrogante y otros epítetos más perjudica en lo político, en la autonomía escolar, en el PEI, a las instituciones educativas tal como se recoge en el análisis del decreto 1290 del 24 de abril de 2009 realizado por Fecode.

Otros, por el contrario, argumentan las bondades del decreto: “los fines esenciales de la evaluación deben estar, en la promoción de los aprendizajes, pero de manera más trascendental, en la formación de personas integrales, de ciudadanos competentes y comprometidos con el bien común. Así, la evaluación será entendida como un catalizador de aprendizajes y competencias, como un instrumento respetuoso de las diferencias y la pluralidad y como un instrumento imprescindible en la promoción de la equidad”[2].

Por nuestra parte, estamos convencidos de adelantar la responsabilidad que nos corresponde cual es presentar una propuesta para la reglamentación por parte de nuestra institución educativa del Sistema Institucional de Evaluación de los Estudiantes, de acuerdo con la autonomía que nos ofrece la norma.

Dentro de toda esta responsabilidad, nos preguntamos ¿cuál es el sistema de evaluación más conveniente, para nuestros niños, niñas y adolescentes?
Un sistema de evaluación no resulta adecuado para la educación –más aún en un país como el nuestro - si no se tiene como máxima al ser humano; un sistema de evaluación no resulta adecuado si no se tienen en cuenta los procesos de seguimiento, convencimiento y motivación para que el estudiante se enamore de la escuela, del área, de la ciencia de la tecnología y de la comunicación; ningún sistema de evaluación es bueno si no se da en un contexto de escuela digna donde la calidad de la educación no se mida tan solo con la evaluación sino en todas las connotaciones que la categoría calidad implica.

Consideramos que la escuela debe ser humanizante, y en este sentido, la evaluación como tema central que nos ocupa en este foro, debe tener las mismas connotaciones, donde prime lo formativo más que lo punitivo. Que si el sistema acordado es numérico o alfabético, considero que no es lo central, puede ser cualquiera de los dos; lo verdaderamente importante debe ser que los criterios de evaluación que se concerten sean claros y se lleven a la práctica para que no surjan arbitrariedades en el camino.

En este sentido, traigo a mi mente las palabras del maestro Pablo Romero Ibáñez sobre la Pedagogía de la humanización:

“Quien se enoja porque existen escuelas donde todos los estudiantes aprenden y por ende, en esas escuelas no hay fracasados, no hay necesidad de repetir el curso, solo se avanza, se crece, se evoluciona y nos transformamos en mejores seres humanos, repito: quien a esto le disgusta, entonces, no merece ser maestro. ¿Para qué nos hacemos maestros? Justamente para el que está en problemas, para el que no tiene motivación de estudiar, para el que no hace tareas, para el indisciplinado, para el que no se lo aguanta nadie, para ese estudiante, nos hacemos maestros; por eso, tiene sentido, ser maestro, porque somos capaces de transformar al individuo egoísta y perezoso, en un mejor ser humano, en un sujeto social que se ama a sí mismo, ama a los demás, al mundo y al conocimiento; pero, gracias a un maestro, ese estudiante que dábamos por perdido, ahora: es crítico, creativo y fundamentalmente un sujeto ético. Insisto, gracias a un ser humano que se hizo maestro podemos pensar una mejor sociedad de la que tenemos en la que todos cabemos”[3].

Permítanme, en esta primera parte, traer dos referencias más al respecto: Miguel de Zubiría, Psicólogo, Fundador y director científico de la Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual Alberto Merani y Presidente de la Academia Colombiana de Pedagogía y Educación, precisó que:

“La evaluación es el eje del proceso educativo, por lo tanto, los padres y educadores debemos hacer que efectivamente ésta sea un mecanismo de auto mejoría, para que los niños y jóvenes entiendan que aprender es grato, interesante; tenemos que entender que al que no estudie se le pueden dar oportunidades, pero si no las aprovecha pues tiene que perder el año, porque así como estimulamos a los mejores, debemos darles señales a los peores, porque detrás de la evaluación deben haber valores centrales como la responsabilidad y la honestidad por parte del estudiante, y la autoridad por parte del educador”.

Por su parte, Carmenza Sánchez, Docente de la Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional y Coordinadora del Observatorio Nacional de Políticas en Evaluación (ONPE), expresa que:

“En todo este tema valdría la pena mirar la evaluación desde un referente pedagógico, como estrategia de aprendizaje, más que como una forma de control, y así lograr desligarla de los procesos de calificación. No aprendemos para ser evaluados, no enseñamos para evaluar, los fines del proceso educativo son mucho más que conceptos en torno a números y letras”.

ANALISIS Y REFLEXION DEL DECRETO 1290 DE 2009

© 2023 by Franklin Day School. Proudly created with Wix.com

  • w-facebook
  • Twitter Clean
  • w-googleplus
  • w-youtube
bottom of page