top of page

Algo así pasa también con Los hijos de los días. Que es Galeano en estado puro. Empezando por su hibridismo y pasando por su dificultad para clasificarlo. En él hay algo de ensayo y algo de microrrelato, a ratos es poesía y a ratos se levanta como un grito inconformista. El nexo de unión entre estas 366 historias es tan débil y tan arbitrario como lo es el tiempo en cualquier calendario. Una historia para cada día del año. Un relámpago, habría que decir. Lo normal, lo normal en Galeano, es el fulgor, el resplandor instantáneo, cuanto menos deslumbrante, y a veces hasta perdurable. Una píldora de Galeano al día. A veces efemérides, díasde, y otras tantas, textos que bien podrían corresponder a cualquier día, excusas para hablar de lo que Galeano suele hablar, de historias sorprendentes o curiosas, de medias historias, de detalles insignificantes que se vuelven gigantescos bajo la lupa escrutradora, de personajes engrandecidos por la Historia o de seres anónimos, porque la Historia con mayúsculas se escribe con ambos.

 

    Y el pegamento que une toda esta masa informe, eso sobre todo, es también Galeano. Es la denuncia de la injusta situación por la que han atravesado casi todos los países Hispanoamericanos, como la dictadura de Videla en Argentina o la cesión del agua que Pinochet hizo a Endesa en Chile. Muchas veces, como en este último caso, estas situaciones injustas se derivan del deseo civilizador tras el que se esconde la hipocresía occidental de toda la vida. Ocurrió con el reparto europeo de África ‒entiéndase de sus diamantes, su marfil, su petróleo, su caucho, su estaño, su cacao, y sus esclavos‒ en nombre de la Civilización y del bienestar moral; con la guerra del opio; o con la inferencia de las grandes empresas petrolíferas ‒la Standard Oil‒ sobre países como Arabia Saudita, que explica las buenas relaciones de este país con occidente. Por supuesto arremete directamente contra EEUU, un país que «ha invadido y sigue invadiendo a casi todo el mundo» y cuyo Ministerio de Guerra cambió el nombre por Ministerio de Defensa. Esa misma hipocresía que lleva a considerar a Mandela o a Gandhi como personajes potencialmente peligrosos.

 

    La Iglesia, que no pocas veces ha alentado esa injusticia, tampoco queda a salvo de sus críticas. Una iglesia que condenó a la hoguera a Giordano Bruno o a la retractación a Galileo Galilei y a los que siglos después pide perdón al mismo tiempo que nombra santo al cardenal de la Inquisición Roberto Bellarmino. O una iglesia que fomentó la esclavitud de los indios vendiendo la salvación de los pecados a precio de piedras en la construcción de iglesias en el Nuevo Mundo. Tampoco hay que olvidar las palabras del sacerdote francés Jean-Baptiste Labat, que había dejado escrito en 1742 que «los niños africanos de diez a quince años son los mejores esclavos para llevar a América».

 


Texto obtenido de http://www.lapiedradesisifo.com/2012/10/24/los-hijos-de-los-días-de-eduardo-galeano/#ixzz2nmJlvjrg
Follow us: @alexsisifo on Twitter

EDUARDO GALEANO

© 2023 by Franklin Day School. Proudly created with Wix.com

  • w-facebook
  • Twitter Clean
  • w-googleplus
  • w-youtube
bottom of page